En menos de un mes recobre
parte de mi adolescencia, elementos perdidos en mis recuerdos. Tome pedacitos que se había quedado tirados
tal vez debajo de algún sillón polvoriento de mi memoria o debajo de algún
armario con libros, revistas porno o demás cosas. Ahí encontré algunos encuentros y
desencuentros que tuve en ese período.
Esos pedacitos son dos muy
importantes, de dos personas queridas de ese tiempo, ellos han fusionado su ser
en los elementos de tierra. Uno de ellos
Juan Miguel Arrivillaga, un tremendo promotor cultural, artística cómo hacen
falta o que están por ahí ocultos, escritor, pintor, conductor de radio y
muchas otras cosas más. Pasamos los
Básicos juntos hasta que en tercero nos separamos, cada quién tomo su camino.
Nos cruzamos muchas veces
pero nunca cómo en esos tres años, curiosamente siempre por las artes. Una vez porque publique un poema erótico en “El
Panfleto” que aún conservo. Otra porque estábamos
planificando una revista junto a otro amigo (Julio Fuentes) pero que nunca dio
fruto, ni flores y creo que ni raíces, pero nos juntamos a tomar café, a hablar
y a discutir sobre la vida, la sociedad y el arte. Nos vimos en “La Mocha”, el centro en donde
hablamos con los de la Editorial X con otros que gustaban de esa literatura y
discutimos de lo mismo y nos emborrachamos con ellos. Por último en Antigua, un par de veces nos
cruzamos nos hablamos pero nada más, pudimos hablar la última vez el año pasado
cuando cumplió años y cuando organizó una fiesta en un café llamado “Metáfora”.
Siempre lo admiré. Fue un gran hombre, ejemplar en muchos de los
sentidos, en el amor a la vida y en ser.
Es de los tipos que creo que serán una eternidad en las artes y en la
vida misma.
Y ahora, hace pocos días un
amigo por Chat me dice: - ¿Sabes que mataron a Rubén?-
Otro gran amigo de esa
época. Recuerdo que con él perdimos
contacto desde que salí del IEA para buscar otra carrera que me diera chance
para trabajar y estudiar en la universidad.
Pasamos buenos momentos, nos capeabamos, nos copiábamos en los exámenes,
incluso creo que fuimos juntos a las Olimpiadas de la Ciencia. El recuerdo que me hace sonreír más es cuando
jugando le di un puñetazo en la cara, no lo sentí hasta que lo vi con la mano
en la mandíbula, la piel roja y él llorando.
Nunca supe más de él después de los básicos. Hasta que ahora con esta tragedia, era un
taxista en Malacatán, San Marcos.
Fueron grandes amigos, que
me marcaron, que estuvimos juntos de los doce a los quince años, una época muy
bella y que con la partida de ellos a los confines del infinito les agradezco
haberlos tenido junto a mí en esa edad explorando la soledad, las tristezas,
los amores, las iras, las alegrías y más.
Anexo:
Hace pocos días recordé que
una vez nos peleamos con Juan Miguel Arrivillaga, nos golpeamos hasta que quedé
en el suelo, él golpeándome la cara y yo tratando de escapar. Me suena chistoso con lo cuates que fuimos.
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