Creo que algunos se estarán riendo de nosotros, llevan años, siglos de esta manera, viviendo de la muerte de los demás, de los que no pueden defenderse de aquellos que abusando manejan la desgraciada patria que tenemos.
Los imagino como seres pestilentes revolcándose en dinero y riendo a carcajadas, con sus rostros rojos como si fueran a estallar, viendo como los ciudadanos guatemaltecos tenemos miedo y como lloramos a los muertos de una guerra que no tiene una cara definida.
Y detrás de ellos están los otros, los seres que apestan desde lejos, desde la distancia temporal que todos sentimos desde hace un año: Los políticos, esas marionetas que se dejan avasallar por los tentáculos de esos seres que la sociedad quiere pensar que son anónimos pero que tienen apellidos y que conocemos todos. Ahí están ellos como seres que viven a costa de la población entera, son parásitos y que no podemos quitarnos de encima, o tal vez no queremos hacerlo como siempre.
Detrás de estos dolores, de estas muertes que no cesan, están ellos viviendo, los narcos (que crecen y no se detienen), los oligarcas (que no se cansan de tener un país muerto mientras ellos tengan sus viajes y sus suntuosos gustos), los corruptos (que van desde el civil que se mete en contra de la vía, el periodista que se autocensura o es censurado hasta los policías, esos que recibieron el dinero de las maras semanalmente para no detenerlos); detrás de los muertos del bus de esta semana y de todos los demás, están todos ellos juntos como en una cantina, emborrachándose descaradamente frente a nuestros ojos.
Pero fuera de esa cantina, de ese dolor enfermizo y tan continuo, está un pueblo que tiene una herencia de silencio, de pesadumbre, de una estupita quietud, de una serenidad mal sana, que prefiere ignorar los orígenes de nuestra miseria a costa de las muertes de este presente y de la destrucción del futuro de una malformada sociedad. Mientras ellos se pierden en un “after party” de violencia, nosotros, toda la sociedad espera con miedo sin enfrentarse directamente a estos victimarios.
Hay siete muertes en este atentado que duelen y aterrorizan a todos los que vivimos en Guatemala, pero no hay que olvidar que en el 2010 hubieron 6500 o más (http://www.prensalibre.com/noticias/Violencia-Guatemala-Guerra_0_400160144.html) muertos, si no es de la misma manera, sí en hechos violentos, cuyos responsables son todos aquellos seres embriagados que se enriquecen sin pudor alguno. Pero también todos nosotros somos culpables, junto a estas bestias sonrojadas y pestilentes, nosotros que nos quedamos con los brazos cruzados, callados, silenciosos ante la putrefacción de nuestra sociedad.
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