domingo, 19 de febrero de 2012

Conciencia Intelectualizada


Voy en el carro de una amiga recorremos las laberínticas calles de la Ciudad de Guatemala.  Nos detenemos cuando el semáforo da luz roja, se respira la tensión de ser asaltados por algún motociclista con pistola, en lugar de ello sale una niña medio pintada de payaso, con una mueca que no es una sonrisa: hace malabares con tres pelotas, se sube a los hombros de su compañera que tiene la misma mueca  y la misma edad.  Terminan y se acercan a las ventanas de cada vehículo a pedir dinero, trágicamente extienden la mano mientras los pilotos las ignoran. 
También, en la otra calle, frente a nosotros está un sujeto en una patineta, se moviliza con ella y pide dinero.  Su rostro está cansado, su piel dejó de ser morena y es de un rojo oscuro, el sol tan incesante y el calor del asfalto hacen estragos en la piel de las personas, sobre todo de aquellas que han vivido en ellas.
Una anciana que ya no aguanta más a moverse, su energía se gastó, tal vez toda una eternidad ha pasado por esos lugares.  Solo puede pasar en dos vehículos, su agilidad es poca, los años han repercutido en ella o tal vez la vida o nuestra sociedad.  Un vehículo le da dos monedas y no abre toda la ventana polarizada.
El semáforo da luz verde. El Vehículo se moviliza.  Hay un silencio grande, mi amiga se da cuenta de mi asombro correspondiente de alguien que no vive en la Ciudad de Guatemala o en cualquier ciudad grande latinoamericana.  Me dice: “A veces pienso que muchos de ellos deberían de aprender a hacer un trabajo.” Otro silencio.
Cuando dice eso recuerdo lo que ocurre en los buses extraurbanos cuando voy rumbo a casa, al meteorito B612 (que debería de ser asteroide, confusiones momentáneas)*: una persona vende lapiceros, otro vende chicles, otro pide dinero porque no tiene un pie, una niña guía a un ciego que vende llaveros.   Es una escena repetitiva.  Todo un “Déjà vu”.
Respiro hondo para contradecirla tratando de no polemizar en su vehículo, pero sí para discutir un poco para encontrar una verdad, una luz que calme nuestra conciencia intelectualizada: “Muchos de ellos de nada han tenido oportunidad, de absolutamente nada.  Se la hemos negado como sociedad.”
Discutimos y nos damos cuenta que es cierto.  Somos una sociedad que no da oportunidad, que discrimina y es desigual profundamente.  A las personas que vemos en los semáforos, a los que suben a diario a los buses extraurbanos son los guatemaltecos a quienes les hemos dado la espalda, que nuestra indiferencia no rescata y que a pesar de ello ignoramos y nos sentimos malhumorados cuando los vemos de frente.  Son aquellos que por alguna deficiencia no han podido conseguir ingresos y se la han rifado entre los vehículos, entre los extorsionadores de las esquinas, ante la policía, ante los abusadores, ante todo eso para poder subsistir en una Guatemala indiferente.
Muchos de ellos son las personas que representan posiblemente el 63.17% (datos del Instituto Nacional de Estadística 2010) de la población que vive subempleada o del empleo informal o en el desempleo, que han buscado un empleo digno que los libere pero que nuestro sistema económico lo ha impedido y no queda otro camino que intentar trabajar en las esquinas o en los buses, frente a la mirada irritada de los automovilistas o pasajeros de las camionetas.
            Nosotros seguimos el camino dentro del vehículo con la conciencia intelectualizada.


*esto fue escrito porque en el rotativo "Metropolitano Xela" coloqué el titulo de la columna como "Desde el Meteorito B612" cuando realmente tendría que haber sido "Desde el Asteroide B612" la equivocación fue mia.

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