miércoles, 11 de marzo de 2015

Yo soy 12000 y la desesperanza


     Imagine que entra a un salón de 32 personas, mujeres, hombres, niños y niñas.  Puede verlos a todos, algunos están en silencio, otros hablando entre ellos, otros moviéndose de un lugar a otro, algunos son ingeniosos, otros no tanto pero se encuentran ahí.  Imagínese que se coloca en el centro para lograr ver a todos, imagine las caras y todo que pueda suceder en unos 15 minutos.  Ahora imagine que al siguiente día, entra nuevamente al salón y este se encuentra vacío, en silencio completo, no hay movimiento y de la misma manera se coloca en el centro ¿Qué sentiría? ¿Qué pensaría? ¿Qué haría? Imagínelo.

     Ahora eso es lo que sucede todos los días en Guatemala, dejan de existir 32 personas por hechos violentos y por hambre.  Sí, así es, como en el párrafo anterior.  Todos los días perdemos a ese número de personas aquí en este rincón del mundo.  Al año son 12000 personas aproximadamente.

     No ha habido presidente, ni congreso, ni Ministro de Gobernador que haya logrado disminuir dicha cantidad.  Algunos meses logran bajar el índice, pero el promedio es el mismo, el presidente que se jactó en sus anuncios de lograrlo con “puño, cabeza y corazón”, no lo logró.

     Guatemala es un descalabro para la vida, porque puede ver horrorizada la muerte en países lejanos y se indigna, se escandaliza (con mucha razón) pero no puede hacerlo con las que suceden dentro de sí misma.  Guatemala es una persona que llora porque le están quitando un brazo a otro país mientras no logra ver que tiene las piernas gangrenadas.

      No se puede decir mucho: esperanza puede haber (y  dicha palabra la escribo con pesadez y con desesperanza), siempre hay, dentro de los sucesos más fuertes, en las circunstancias más horribles de la historia del ser humano  existe un brillo de luz que se fuga a veces, es la esperanza.  Tal vez tengamos esperanza en Guatemala, tal vez, no lo sé en este rincón de adoradores de lo muerto.

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