Aquel extranjero tenía razón, su frase odiosa aún
pasa por mi mente: “Welcome to Guatemala”.
La dice en el momento en que la llanta se revienta, un instante casi
mágicamente esperado al reunir todos los elementos: un microbús no apto para pasar ocho horas de
viaje, la velocidad exagerada del chofer (una prisa inexplicable) y el pésimo
camino dejado por el derrumbe en La Mesilla, Huehuetenango y otros lugares. Llevamos poco tiempo de haber ingresado a
Guatemala, atrás, en México, dejamos otro microbús apto para viajes largos, con
aire acondicionado y sillones reclinables y carreteras bien asfaltadas.
Yo moría por estar ya en Guatemala, en casa,
respirar este aire. Los extranjeros no
morían por eso. Ellos esperaban algo,
otra cosa, porque sus rostros pasaron de un estado de relajación a uno de
tensión y desconfianza. Paramos en una
Gasolinera en “Las Vegas” en Huehuetenango, en ese lugar son estafados los
visitantes: Pagan con un billete de cien quetzales y les dan menos vuelto. Cuando sucede eso viene a mi mente nuevamente
la maliciosa frase: “Welcome to Guatemala”.
Es increíble.
Lastimosamente eso no sale en el comercial de Guatemorfosis. Ni el
derrumbe, ni los trabajadores acosando a las extrajeras, ni la estafa en la
gasolinera, ni la pobreza, ni la decepción del sistema social y político que
muchos sentimos (y cuando hay es censurada).
Iniciamos nuevamente el viaje. Ahí están los paisajes de Huehue, siempre me
han impresionado, ya solo faltan seis horas más para llegar al destino. Mientras llegamos pienso en esa frase que no
deja de calarme y que persiste en mi mente.
Entonces pienso en Quetzaltenango y en la razón que tiene el extranjero
en decir esa frase.
Tengo en mente el desnivel dejado a medias en la
entrada hacia Quetzaltenango por Salcajá, que lleva años, casi una década. Ahí está como un monumento que anuncia la
existencia de una ciudad que se pudre solita por su mala administración pública
y porque los quetzaltecos no han tenido (tal vez nunca) la fuerza social para
reclamar lo que verdaderamente debe de hacer un alcalde.
Suena la frase y ahora tengo en mente el desnivel
en la Avenida las Américas que es otro monumento a la incompetencia
gubernamental del municipio y al mismo tiempo una muestra que a la sociedad
quetzalteca se le puede hacer lo que se le antoja porque nunca va a levantarse. Siempre se quedará callada, conformista con
lo que sucede en su lugar.
Así nos ven
y así somos. Y duele verse en los ojos
de los otros sabiendo que es verdad. El
“welcome to Guatemala” me resuena y la siento con enojo, con rabia pero al
mismo tiempo con tristeza, porque es verdad que en estos momentos somos un
lugar en donde los gobernantes hacen la pantomima de trabajar y nosotros nos
quedamos callados, inactivos.
Los falsos parques, los desniveles inconclusos y
eternos, la tala de lo único verde que queda en Xela y la desfachatez del
alcalde al sonreír ante el público, son las cosas que reúne esa frase del extranjero
que me carcome de rabia: “Welcome to Guatemala”.
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