sábado, 2 de marzo de 2013

y Cuando los Treinta o Cualquier Edad Llega



Cuando cumplí treinta años me puse el objetivo de re-experimentar muchas cosas de la niñez.  Cosas que hacemos en esas edades y nos reímos sin parar o que se repiten una y otra vez, qué los adultos miramos sin comprender.

Dos años después de eso se lo conté a dos amigos psicólogos y se entusiasmaron por la idea que había tenido.  Uno de ellos me comentó que lo compartiera con otras personas que se sentían deprimidas por ello, por cumplir esa edad.  Lo intenté varias veces pero no fluía nada.  Hoy lo vuelvo a intentar hacer y parece que está saliendo mejor que las otras ocasiones.

Me gustó volver hacer esas cosas, claro que tampoco deseaba hacerlas y ser niño, lo que buscaba era hacer esas acciones y disfrutarlas con la edad que tenía: “treinta años”, sin más ni menos.   Habrá que aclarar eso, no se trataba de hacerlo como niño si no como adulto que soy, como el hombre que está en esas nuevas circunstancias existenciales.  Recuerdo que incluso cuando lo hacía y algún familiar me veía le decía: “Crisis de los 30´s”.
 Recuerdo que en una fiesta de cumpleaños de uno de mis sobrinos me encontré dando vueltas en la grama sin parar en una cuesta pequeña.  Miraba colores: el cielo, lo verde, los colores y así sucesivamente.  La sensación de la grama, en algunos momentos suave otras duras, el aumento de la velocidad y el no saber en dónde caer fue para reírme.

Recuerdo en tres ocasiones, una caminando y otra en bicicleta.  Inicio una lluvia que empezó a ser más fuerte.  Sentí la lluvia caer sobre mi cabeza, mi cara, sentí como mi ropa se empapaba.  En la bicicleta fue la mejor, mientras todos corrían yo iba en la bicicleta sintiendo eso y el movimiento de las piernas para pedalear, los charcos y el sonido de la lluvia, sentir el frio de la lluvia y la tranquilidad de la calle después.

En otra ocasión en algún lado, pude empezar a dar vueltas y vueltas, con los brazos abiertos, a veces con los ojos abiertos y otras veces con los ojos cerrados.  Era ver las imágenes revolverse, aparecer y desaparecer.  Después parar y sentir esa ambivalencia del movimiento, el mareo entre desagradable y como experiencia sensorial.

Creo que hice otras cosas más pero durante un tiempo estuve explorando esas sensaciones de la niñez en la edad adulta.  Sentir esa explosión de elementos que en algún momento perdemos y que no volvemos a recurar y que posteriormente nos prohibimos experimentar por el hecho de buscar la madurez ante otros adultos.

En mí fue una buena experiencia.  Me gustó mucho el darme ese permiso sin que tuviera una intención lógica, sin buscar un porque, dejarlo a la deriva para disfrutar esa exquisitez de estar vivo y tener la posibilidad de hacer algo, de permitírmelo, de romper esas cadenas que a veces nos imponen y nos autoimponemos en la adultez.  Fue permitirme sentir cosas nuevas que eran viejas, para lograr tal vez integrar en mí la niñez y la adultez, integrar ese sentimiento de cruzar la línea de ser adulto sin olvidarme que puedo seguir sintiendo todas las demás cosas sin dejarlo de ser


imagen: http://www.sobretodosalud.com/saludimages/2010/09/30anoscumplidos.jpg

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