Cuando
cumplí treinta años me puse el objetivo de re-experimentar muchas cosas de la
niñez. Cosas que hacemos en esas edades
y nos reímos sin parar o que se repiten una y otra vez, qué los adultos miramos
sin comprender.
Dos años
después de eso se lo conté a dos amigos psicólogos y se entusiasmaron por la
idea que había tenido. Uno de ellos me
comentó que lo compartiera con otras personas que se sentían deprimidas por
ello, por cumplir esa edad. Lo intenté
varias veces pero no fluía nada. Hoy lo
vuelvo a intentar hacer y parece que está saliendo mejor que las otras
ocasiones.
Me
gustó volver hacer esas cosas, claro que tampoco deseaba hacerlas y ser niño,
lo que buscaba era hacer esas acciones y disfrutarlas con la edad que tenía: “treinta
años”, sin más ni menos. Habrá que
aclarar eso, no se trataba de hacerlo como niño si no como adulto que soy, como
el hombre que está en esas nuevas circunstancias existenciales. Recuerdo que incluso cuando lo hacía y algún
familiar me veía le decía: “Crisis de los 30´s”.
Recuerdo
que en una fiesta de cumpleaños de uno de mis sobrinos me encontré dando
vueltas en la grama sin parar en una cuesta pequeña. Miraba colores: el cielo, lo verde, los
colores y así sucesivamente. La sensación
de la grama, en algunos momentos suave otras duras, el aumento de la velocidad
y el no saber en dónde caer fue para reírme.
Recuerdo
en tres ocasiones, una caminando y otra en bicicleta. Inicio una lluvia que empezó a ser más
fuerte. Sentí la lluvia caer sobre mi
cabeza, mi cara, sentí como mi ropa se empapaba. En la bicicleta fue la mejor, mientras todos
corrían yo iba en la bicicleta sintiendo eso y el movimiento de las piernas
para pedalear, los charcos y el sonido de la lluvia, sentir el frio de la
lluvia y la tranquilidad de la calle después.
En
otra ocasión en algún lado, pude empezar a dar vueltas y vueltas, con los
brazos abiertos, a veces con los ojos abiertos y otras veces con los ojos
cerrados. Era ver las imágenes revolverse,
aparecer y desaparecer. Después parar y
sentir esa ambivalencia del movimiento, el mareo entre desagradable y como
experiencia sensorial.
Creo
que hice otras cosas más pero durante un tiempo estuve explorando esas
sensaciones de la niñez en la edad adulta.
Sentir esa explosión de elementos que en algún momento perdemos y que no
volvemos a recurar y que posteriormente nos prohibimos experimentar por el hecho
de buscar la madurez ante otros adultos.
En mí
fue una buena experiencia. Me gustó
mucho el darme ese permiso sin que tuviera una intención lógica, sin buscar un
porque, dejarlo a la deriva para disfrutar esa exquisitez de estar vivo y tener
la posibilidad de hacer algo, de permitírmelo, de romper esas cadenas que a
veces nos imponen y nos autoimponemos en la adultez. Fue permitirme sentir cosas nuevas que eran
viejas, para lograr tal vez integrar en mí la niñez y la adultez, integrar ese
sentimiento de cruzar la línea de ser adulto sin olvidarme que puedo seguir
sintiendo todas las demás cosas sin dejarlo de ser
imagen: http://www.sobretodosalud.com/saludimages/2010/09/30anoscumplidos.jpg
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